lunes, 17 de junio de 2024

DIAS DE AYER

Autor: Edgar Montañez Lagunas.

Era una fría mañana en la ciudad, y para Francisco, su martirio diario no estaba más que por comenzar. Él trabajaba como editor en “Metrópolis”, uno de los noticieros más reconocidos en toda la mega urbe, por lo que su horario de trabajo era muy exigente. Cada día se vestía rápidamente y tomaba un sorbo de su sustito de café instantáneo, el cual replicaba los efectos de la cafeína, con el detalle de que era más dulce que un café con azúcar convencional, por lo que era bastante popular. Pero bien es sabido que el fruto de su popularidad no era distinto al del éxito de todas las demás industrias, su alta accesibilidad, a comparación del café de grano, frutas, y algunos otros productos que en otros tiempos pudieron haber sido considerados básicos y ahora eran todo un lujo. 

Salió de su pequeño departamento en camino a la parada de autobuses más cercana, y al llegar no tardó mucho en que uno apareciese, por lo que le hiso la parada y subió. Como era costumbre, saludo y no recibió respuesta alguna por parte del conductor o algún otro pasajero, a los cuales ya había bautizado como “autómatas”, y no los nombraba así a manera despectiva, en sí, un autómata es una máquina que busca emular al ser humano, y para él, esa falta de humanidad de la gente les hacía adoptar muy apropiadamente este término. Tal parecía que, en la era contemporánea, resultaba una pérdida de tiempo molestarse en cortesías como esa, al fin y al cabo, eran totales desconocidos, pero Francisco no lo veía de esa manera. Pasaba el tiempo, y en el ambiente se sentía una profunda soledad, aun si se encontraba rodeado de personas, aun si en las calles tomadas hace ya tantos años por el automóvil había cientos de personas yendo de igual forma a su trabajo, simplemente él no podía evitar sentir un profundo vacío en todo ello.

Cuando por fin llego a su destino, bajo junto con el resto de pasajeros, eso sí, sin miramiento alguno, tanta era la desconexión de las personas con lo que los rodeaba que, de esa misma forma, nadie noto al hombre tirado junto al tronco de lo que, en algún momento, fue un verdoso árbol de pistache, que, en sus años dorados, hacia compañía a las personas de la parada y las proveía de su sombra. Francisco se sintió mal al ver como todos parecían no darse cuenta de la presencia de aquel anciano, que parecía moribundo por aquella descuidada apariencia, y aun por más lástima que sintiera, no podía hacer nada para ayudarle, debía entrar al edificio de su trabajo lo antes posible.

Entro por el recibidor y fue directo al ascensor, mientras subía a sus oficinas veía como en la pantalla del mismo se transmitían algunos comerciales, entre ellos celulares con tecnología de filtro rejuvenecedor de última generación, suplementos nutricionales que permitan sustituir la necesidad de comer, una nueva compañía de compras en línea...

Cuando por fin llego a su piso, se dirigió directamente a la sala de juntas, la cual tan solo era una mesa al centro con unas pantallas instaladas en la pared, la mayoría de sillas ya acumulaban polvo, y solo eran unas 3 las que toda vía quedaba en verdadero uso. Tomó asiento en una de ellas y se dispuso a esperar a sus compañeros para comenzar la reunión, la cual diariamente se llevaba 5 minutos después de las 7. Pasaron los minutos, hasta que por fin alguien mas entro por aquella puerta, se trataba de su supervisora, una mujer de mirada indiferente, la cual poseía una altura y aura que propiciaban cierto temor y respeto entre quienes la rodeaban.

-Buenos días supervisora. -Dijo Francisco, mientras que parecía estar buscando algo o alguien con la mirada.

-Podemos comenzar con la reunión señor Francisco. - Respondió secamente mientras que encendía el dispositivo frente a ellos.

Francisco nunca dio importancia a la manera tan cortante en que las personas se dirigían a él, pero en esta ocasión decidió tratar de recibir una mejor respuesta, sobre todo porque una duda lo invadía.

-Disculpe la molestia supervisora, pero, ¿no deberíamos esperar a que el señor Ignacio llegue?

-El señor Ignacio ya no trabaja en esta compañía, cualquier duda que tenga al respecto, no se preocupe, le aseguro que cada una de ellas será contestada en la reunión. - Dijo la mujer mientras que tomaba asiento.

No satisfecho con la respuesta, Francisco vio como en el dispositivo desenas de pantallas aparecían, todas ellas de personas que trabajaban en aquella misma compañía, únicamente que desde su hogar. A Francisco se le había ofrecido esa misma alternativa, pero opto por rechazarla, no disfrutaba de mesclar lo laboral con su vida cotidiana, además de que trabajar de esa manera significaría ya no salir de su casa, por no existir un motivo ya para ello.

-Buenas tardes…

Después de aquella reunión, Francisco se encontraba totalmente disgustado, se dedicó el resto de la jornada a cumplir con sus responsabilidades, y en cuanto esta concluyo, decidió ir a buscar al señor Gustavo. Aquel hombre no era ordinario, él ha sido la única persona a la que siempre ha visto con respeto y mucho a grado, consideraba que el tenia algo que no poseía nadie en toda esa ciudad…conservaba humanidad.

El señor Alemán vivía en el barrio antiguo de la ciudad, el le conto que aquel lugar solía ser una de las calles más transitadas, hace ya muchos años atrás, un lugar donde las personas convivían, estaba la iglesia, el mercado, muchísimas áreas verdes donde las personas solían llevar a sus hijos a jugar, ahora, el mercado no era mas que un recuerdo, la iglesia, aunque todavía se conservaba en pie, legado de lo que ese sitio fue muchos años atrás, cayó en el abandono, los lugares verdes y aquellos niños que jugaban en ellos quedaron en la historia como el recuerdo de un ayer que nunca regresaría. 

En cuanto llego a su hogar, lo primero que hiso fue tocar la puerta, pero no hayo respuesta alguna, lo cual fue algo que le extraño enormemente. Permaneció bastante tiempo a la espera, pero fue solo cuando un pequeño papel que sobresalía de debajo de la puerta llamo su atención, que se dio cuenta, la casa había sido embargada. Francisco se consterno bastante, que pudo haber sido del señor Gustavo, en su preocupación, decidió dar vueltas por los alrededores del barrio, en búsqueda de, quizás, hallar a su único amigo y poder ayudarlo.

En su búsqueda, pasando por la antigua iglesia, se dio cuenta que la vieja y deteriorada puerta de madera de la misma se encontraba abierta, esto dio un aire de esperanza a Francisco, quizás ahí lo encontraría refugiado, incluso si no fuera el caso, valía la pena revisar. Camino de la pavimentada calle a un deteriorado y seco patio donde algún día se encontraba el verde jardín que daba la bienvenida al templo. En cuanto llego a la entrada, decidió tocar brevemente la puerta, al no recibir respuesta, se asomó, pero no observo más que oscuridad, y la falta de mantenimiento provoco goteras que le daban un ambiente tétrico al sitio, pero más allá de aquella penumbra, visualizo al fondo una tenue luz tras una puerta. Aun con cierto temor, tomo valor y se adentro en la capilla, camino con mucho cuidado de donde ponía pie, hallando únicamente restos de lo que anteriormente se usaba en las misas de aquel lugar, adentrarse cada ves mas era como estar en un mundo nuevo, un mundo que ya había sido olvidado por la modernidad. Llego al sitio de origen de aquella luz, coloco su oído en la puerta para ver si podía escuchar a alguien, pero en el descuido esta se abrió, descubriendo una habitación ordenada, la cual era iluminada por las velas, algo inusual en aquellos años, y que se hallaban sobre una mesa, y junto a esta, alguien se encontraba sentado. Miro con atención, y se dio cuenta que la persona sentada no era nadie mas que el mismo hombre que vio tirado junto a aquel árbol en la mañana, pero lo sorprendente fue cuando aquel hombre le llamo.

-Francisco, que gusto me da verte. - Dijo aquel hombre mientras se quitaba el gorro y el suéter sucio que lo cubría.

-Señor Gustavo. -Exclamo Francisco atónito al descubrir la identidad de aquel hombre.

Gustavo invito a pasar a Francisco, recibiéndolo con una tasa de té y acercándole una silla, ambos hombres comenzaron a conversar, Gustavo explico que, aun a pesar de los años sirviendo a aquella compañía, había sido remplazado sin previo aviso. Fue ahí cuando Francisco le explico.

-Las maquinas tomaron su lugar señor Gustavo, y muy pronto correré con su misma suerte- Dijo mientras probaba la inusual bebida de la tasa. - Las inteligencias artificiales están tomando el rol intelectual que antes realizábamos, y no tardaran en reemplazarnos por completo, incluso aquellos que yo bautice de autómatas, que entregaron su vida a la productividad, se darán cuenta del mundo que crearon, y que ni ellos mismos podrán encajar ya en el por no seguir el ritmo.

-Sabes…hace un siglo, cuando esta urbe aun conocía los arboles y la comida que no venía empaquetada, vivimos un suceso similar, las maquinas en aquel entonces primitivas nos habían quitado el trabajo en las fábricas, e incluso en ese entonces ya comenzaba a verse su presencia en los campos de cultivo. Nos costo mucho adaptarnos, veíamos como aquellas historias de ficción se hacían realidad…eres todavía un niño, y tu generación esta a tiempo de cambiar las cosas. -Dijo levantándose de su silla y tomando del hombro a Francisco. -Vivan, disfruten la vida, valoren aquello que los hace humanos, su espíritu, su amor, su esperanza y sueños, y no busquen la perfección, porque ello únicamente se alcanza abandonando toda humanidad, y ello los traerá de regreso aquí.

- ¿A qué se refiere señor? - Francisco estaba confundido, pareciera como si aquel hombre fuese un viajero del tiempo advirtiéndole sobre un futuro que ya había llegado, pero entonces, ¿porque advertirle de algo que ya ha sucedido?.

-Despierta. -Fue lo último que dijo aquel hombre.

Entonces Francisco despertó en su cama, su despertador le avisaba que debía prepararse para ir a la escuela. Corrió a asomarse por la ventana, y se sintió aliviado de no hallar la ciudad, únicamente observo a los árboles que se mecían con el viento, y un soleado y cálido paisaje que le trajo una paz indescriptible. Fue a la cocina y vio aliviado como no había nada comida empaquetada, únicamente el pan fresco y las frutas que compro el día de ayer. 

Salió de su casa directo a la escuela, y se sintió feliz al ver como las personas se saludaban, no estaban inmersas en algún dispositivo o enjaulados en sus casas, Francisco se dio cuenta de lo bello que era su presente, y lo hermoso que es vivir con humanidad.

(Cuento ganador del tercer lugar a nivel estatal del ENAC 2023)


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